Tuesday, June 19, 2012

Y tampoco entiendo el final de Náufrago

Hay momentos en la vida en que de repente realmente nos volvemos pequeños, puestos a prueba por el destino y podemos percibir lo efímero de nuestra existencia.

Uno de ellos ocurre cuando -por ejemplo- te comprás un sandwich de milanesa con jamón y queso en un kiosco "Open 24" y el mismo estaba vencido, tenía hongos y tramos de un extraño color verde, pero lo notás no antes de haberle dado una mordida.

"Perdón capo", tira el vendedor cambiándotelo por uno en buenas condiciones, y te regala un alfajor Pepitos.

4 comments:

  1. ¡Jajajajajajaja!

    Perdón que me ría, eh, pero la desgracia ajena por lo general tiene ese efecto.

    A mi me pasó de que me vendan cerveza en un envase de Coca Cola (oh, éramos tan pobres...) y ver que en el fondo había una mosca pegada.

    Obviamente no iba a volcar una cerveza para sacar esa mosca, no señor, así que lo tomamos pensando en otra cosa. (?)

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  2. jajajajaja!!! los tags son todo.

    Bien el vendedor, otros ratas no te dan ni la hora después de venderte algo podrido.

    Abrazo.

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